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prosiguió.
 ¿Qué es lo que quieres de mí?  susurró él.
 Tu promesa de que haremos todo lo que podamos para sacar a Adzel de aquí.
 ¿Confiarás en mí?
 Si no, uno de los dos tendrá que matar al otro  su arma permaneció firme, pero bajó
la cabeza . Odiaría hacer eso, Dave.
Durante todo un minuto se sentó inmóvil. Después golpeó con el puño cerrado el brazo
del asiento, mientras su risa salía como una tormenta.
 ¡Muy bien, pequeño demonio! Tú ganas. Es puro chantaje..., pero, Judas, ¡me alegro!
Su pistola volvió a la cartuchera. Ella saltó a su regazo. El le frotó la espalda y le hizo
cosquillas debajo de las mandíbulas. Ella le acarició la mejilla con la cola. Mientras tanto,
dijo:
 También necesitamos su ayuda, comenzando por una descripción completa del lugar
donde se encuentran. Supongo que al principio se negarán. Diles en tu mensaje que no
tienen otra alternativa que cooperar con nosotros. Si no vamos a casa juntos, ninguno de
nosotros lo hará.
24
Otra vez, Chee Lan trabajaba sola. Muddlin Through había descendido por detrás del
horizonte. Había otras naves a la vista: un par de destructores, un transbordador, la nave
inutilizada donde estaban encerrados los prisioneros. Sus cascos relucían en la
moribunda noche. A sus espaldas, se elevaba como una montaña la fortaleza de Moath.
Todo estaba ahora muy tranquilo.
Chee se aproximó saltando como un espíritu de una roca a un arbusto y después a una
protuberancia del terreno. Le habían dicho que había una pareja de guardianes. Podía
distinguir a uno, una sombra de melena desgreñada, paseando inquieto cerca del
emplazamiento del cañón móvil. Su aliento humeaba y el metal que llevaba encima
tintineaba. Ella esforzó los ojos, paladeó el viento del amanecer, escuchó, sintió con todos
sus cabellos y bigotes. No le llegó nada. O bien Van Rijn y Adzel se habían equivocado en
lo que le dijeron, o el compañero del guardián había terminado su guardia sin que llegara
su sustituto..., o, en un ambiente para el que ella no estaba evolucionada, perdía las
pistas sensoriales importantes.
 ¡No hay más tiempo! En el castillo se levantarán dentro de poco. Ahí voy.
Se lanzó por encima de la faja arenosa del final. Hubiese sido mejor atacar desde
arriba. Pero su propulsor, al igual que cualquier conversación a corta distancia con los que
estaban en la nave, podría alarmar a algún maldito detector. No importaba. El centinela no
era consciente de la forma blanca que flotaba hacia él. En el momento en que estuvo a su
alcance se pegó a tierra, sacó su pistola y disparó. Ella hubiese preferido matarlo, pero
aquello podría causar ruidos. La descarga supersónica hizo que el shenna cayese
después de girar un momento. Se derrumbó con el estrépito del día del Juicio. ¿O no? Por
lo menos a ella así le pareció. Chee envió tres cortas señales luminosas a la nave con su
lámpara. ¡Aquellos dos harían bien en estar vigilando sus pantallas!
Y así era. Se abrió una compuerta, salió una escalerilla. Adzel apareció enorme y gris
por el acero que llevaba encima. Sobre su espalda había sido retirada una de las placas y
cabalgaba Nicholas van Rijn. Chee dio un salto y salió a su encuentro. La esperanza
revoloteó en su interior. Si pudiesen realmente escapar sin ser vistos...
Un rugido salió de la oscuridad cerca de las naves. Un instante después se oyó el
chisporroteo de un rayo energético.
 ¡Salid... por ahí!  gritó Chee.
Señaló con la lámpara hacia el invisible Falkayn. Saltando hacia arriba con el propulsor,
activó su comunicador:
 Nos han visto, Dave. Ese maldito guardián debía haberse marchado a hacer pis.
Describió una curva, descendiendo otra vez para hacer frente al que disparaba.
 ¿Quieres que vaya a recogerte?  sonó la voz de Falkayn.
 Espera un minuto. Quizá...
Un disparo pasó cerca de ella. También había sido vista. Lo esquivó, sintiendo el calor,
oliendo el ozono y los iones, medio cegada por su brillantez. El shenna podía haberse
escondido e intentar acertarle, pero ésa no era su forma de actuar. Se lanzó hacia
delante. Chee condujo a toda velocidad, y a unos cuantos centímetros por encima de
su.cabeza le soltó una descarga. El se derrumbó. Ella apenas tuvo tiempo para evitar
aplastarse contra la nave ante ella. [ Pobierz całość w formacie PDF ]

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